jueves, 15 de mayo de 2014

"la milenaria" 2014

 
 

Dado que yo venía desde Madrid, alquilé una habitación la noche antes en la Fonda Once Frutos. Vidal decidió acompañarme, cosa que agradezco. Oña tiene su encanto. Está metido en un paraje precioso y además tiene un convento milenario con una fachada de sillería románica que llama la atención. Muy acertadamente la organización puso la salida/meta delante de esta joya del románico por lo que estoy seguro lograron unas atractivas fotos con los bikers delante.

Es domingo, 11 de Mayo. Vidal y yo (Alex) habíamos desayunado, recogido el dorsal y las bicis de casa de Alejandrón. Mientras Alberto y Jesús se acicalan, empiezo a ver cómo llegan los minibuses de "Miribilla btt", y de "Bicicletas Meta" y empiezo a fijarme en los bicicletones que monta la peña. Es entonces cuando empiezo a pensar que es posible que me haya metido en un lio. Se ve mucho profesional y por mucho que busco gorditos con cara de simpáticos con los que hacer risas durante la marcha … nada. El único gordito de la milenaria es el que escribe esta crónica.

Son las 9.10, quedan veinte minutos para que empiece la marcha y Alberto nos da instrucciones precisas: "¡hay que calentar! Que luego uno sale con las piernas como troncos." Por lo que tuvimos que dar una vuelta al pueblo. La verdad es que a mí me tranquilizo un poco esa vuelta y pensé: "este Alberto ¡que profesional!"

Con puntualidad británica empezó la prueba. Los primeros kilómetros se hacen relativamente fácil. Estamos frescos. Me concentro en seguir mi ritmo porque sé que esto va a ser muy duro y muy largo. De esta forma pasé la cima de "los conejos". La bajada no es demasiado técnica por lo que se disfruta y nos lleva a lo que en Oña se conoce como el pueblo deshabitado, donde comienza la subida de "la pistola".

El comienzo de esta subida es descorazonador, ya que tengo que poner pie a tierra para superar la primera rampa. Sin más, vuelvo a coger ritmo y llego al primer avituallamiento. Allí me esperaba el resto del equipo de Betigora. Mientras me tomo una barrita que Vidal me ofrece, Alberto, que es un profesional, me dice: "Alex, te toca hacer la crónica del día" y aquí estoy.

No nos queremos quedar fríos y continuamos la marcha sin más dilación. Al montar de nuevo en la bici comento en voz alta que la subida tiene 7 km y Jesús me corrige: "¡no!, son 7.2 km". La subida es simplemente una putada, no solo por la inclinación sino por la cantidad de piedras que hay. Los últimos metros se me hacen muy duros y aunque no tienen piedras la inclinación es infernal. Decido bajar de la bici, por segunda vez en la prueba, y hacer los últimos metros andando. Es entonces cuando me acuerdo de la puntualización de Jesús y pienso estos deben de ser los 0.2 km a qué Jesús se refería.

Al coronar, nos encontramos el segundo avituallamiento. Vidal y Jesús estaban esperándome muertos de frio por el viento y la humedad. ¡que pobres! Les agradecí el detalle y les ordene que continuaran. Alberto estaba dando vueltas al puesto de avituallamiento para no quedarse frio y pensé: "este Alberto ¡que profesional!".

Mientras comía algo para reponer fuerzas, me di cuenta que estaba en un paraje simplemente imponente. Cosa que pude constatar en la bajada al asomarnos a un balcón donde se veía todo el valle. Tengo que decir que es sin duda la prueba ciclista con los paisajes más espectaculares en la que he estado.

Llego al tercer avituallamiento. Repongo fuerzas y allá voy a por el último tramo. En el km. 42 comienza una bajada algo técnica que disfruto una barbaridad; y al final de la bajada ya se oye la música de la plaza del pueblo lo que me hace pensar que esto se acaba. Pero no. El cachondo que ha organizado la prueba nos hace subir un kilómetro a la ermita del Santo Toribio, la que no llego a apreciar dada la cantidad de exabruptos que salían por mi boca.

Por fin, llego a meta. Objetivo cumplido. No he llegado el último, ni he llegado fuera de tiempo. Miro a mi alrededor y ahí estaban mis compis de Betigora. Alberto se estaba metiendo entre pecho y espalda un plato de macarrones y pensé: "este Alberto ¡que profesional!". Me acerco y nos felicitamos, es hora de hacer balance y para mí, sin duda alguna, ha sido un gran día de bici. Espero que el año que viene pueda volver con más amigos a esta prueba.

Sólo me queda mostrar mi agradecimiento a Vidal por haberme animado a venir a Oña; a Alberto por su profesionalidad; a Jesús por su amabilidad; y a Alejandrón y a todos los voluntarios en La Milenaria por el cariño puesto en organizar esta prueba.

Saludos cordiales compañeros del metal y de acción sindical.
 
Fotos:
 

1 comentario:

  1. Muchas gracias por la crónica y por los halagos. ¡Tú si que eres un profesional!

    ResponderEliminar