jueves, 26 de junio de 2014

Cantabria 2014


Diecisiete. Este ha sido mi viaje número 18 en diecisiete años. Hemos elegido Cantabria por cuarta o quinta vez pero la verdad es que no nos cansamos de las infinitas rutas que encontramos. Por algo el lema de esta región es "Cantabria, tierra infinita".

Como ya es costumbre, nuestros viajes son de cuatro días. Nuestras obligaciones laborales y familiares no nos permiten que sean más largos. Este año los ciclistas somos siete y hay un poco de todo, un extremeño, un catalán, cuatro madrileños y yo "el vasco de los cojones". También vienen dos cántabros como coche escoba; sin ellos el viaje sería imposible.

El primer día hicimos gran parte del recorrido de los "10,000 del soplao", una prueba ciclista que va cogiendo fama a nivel nacional. Su recorrido es conocido como el infierno cántabro.  No la hicimos entera y aún así, al final del recorrido entendimos el porqué del sobrenombre. Empezamos el día pasando el puerto del Portillón, un puerto de no más de cinco kilómetros con el que rompimos a sudar. De esta manera nos adentramos en el parque natural de Saja-Besaya que nos recibió con una interesante y bonita subida de 15 km. La bajada fue rápida y a la salida del parque nos esperaba nuestro coche escoba para darnos de comer. La segunda parte fue un rompe piernas de subidas y bajadas que acababa con una bajada divertida y técnica al pueblo de Celís. Al final, el día se hizo largo y alguno acabó la etapa en el coche escoba.

El segundo día empezaba con el puerto de Piedrasluengas. Un puerto con rampas, en general, asequibles pero largo como la madre que lo p… Son 37.5 km de subida. Arriba se preparó el refrigerio del día. La bajada nos llevó a la entrada del parque natural de Fuentes Carrantonas en la montaña palentina. De repente, me di cuenta que mi rueda trasera iba floja. Tenía una pequeña raja por donde mi cubierta tubeless iba perdiendo aire. Sin más, saqué una cámara y reparé el problema. A los pocos kilometros sonó un disparo que poco falto para tirarme de la bici. Mi cubierta había reventado. Puse la segunda cubierta que llevaba y metiéndole los habituales 3 kilos de presión volvió a estallar.

Se acabó. Comprendí que el problema me superaba, me subí al coche escoba y me acercó al pueblo de final de etapa, Cervera de Pisuerga, con el fin de encontrar una tienda o taller que me resolviera el problema. De esta manera, acabé en una tienda llamada Cervera Sport. Entré en la tienda y nada más intercambiar cuatro palabras con el paisano, le comento: ¡tú no eres de aquí! Tu acento te delata. Efectivamente, la tienda la regentaba Jon, un tío de Donosti que se ha ido a casar con una del pueblo y como tiran más dos tetas que dos carretas … En fin, allí pasé la tarde charlando con Jon mientras me dejaba la bici niquelada.

El tercer día lo teníamos todos marcado en rojo. Subíamos Alto Campoo. La aproximación a pie de puerto discurrió entre risas y algún lamento de alguno que ya iba tocado de los dos días anteriores. La subida a Alto Campoo era exigente pero yo con mi plato de postre y algo de paciencia la superé bastante bien. Las risas llegaron cuando al llegar a la estación de esquí de Alto Campoo nos dimos cuenta que para llegar a donde queríamos había que seguir subiendo unos cinco kilómetros más. La cumbre del día no era Alto Campo si no el pico Tres Mares, del que nos habían hablado maravillas. De los siete que estábamos, sólo decidimos seguir subiendo tres (el catalán que se ganó el sobrenombre de Purito Rodríguez, un madrileño y yo, el vasco de los cojones). Pico Tres Mares estaba metido en la niebla y no pudimos disfrutar de sus vistas aunque la satisfacción de haber llegado hasta ahí no nos la quita nadie.

El cuarto día era, en teoría, el más fácil. 75 km llaneando y bajando al Valle de Toranzo, donde acababa el viaje. Pero era el aniversario de nuestro buen amigo Ginés Palencia. A Ginés le falló el corazón durante unos preciosos minutos a los pies del puerto de Cienfuegos en los Ancares hacía exactamente un año; en el anterior viaje de bici. Su recuperación se antoja imposible para los médicos y desde ese día está en coma. Vaya desde aquí un fuerte abrazo y un beso para Adela, su mujer, que está dando muestras admirables de fortaleza y entrega al cuidado de Ginés. El día acabó con los tradicionales gin-tonics y con un grato y emotivo recuerdo a nuestro compañero Ginés al que estoy muy agradecido por los buenos ratos que me ha hecho pasar: en el trabajo, en la bici y en la vida cotidiana.

Y hasta aquí otro de nuestros viajes en el que hemos disfrutado de nuestro principal hobby que es la bicicleta. El año que viene más.

Hasta la próxima, compañeros del metal y de acción sindical.

Alx
 
 
Fotos:
 

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